En los últimos años, mindfulness ha pasado de ocupar un lugar marginal en la psicología clínica a consolidarse como una herramienta de intervención válida y eficaz. Aunque muchas personas lo asocian aún con una técnica de relajación o una moda pasajera, cada vez son más los estudios que respaldan su utilidad en el ámbito terapéutico.
Desde mi experiencia profesional, puedo decir que integrar la atención plena no solo ha enriquecido mi trabajo clínico, sino que ha ofrecido a mis pacientes una forma diferente de relacionarse con sus síntomas, con su historia y consigo mismos. Y lo mejor es que puede incorporarse de manera flexible en distintas orientaciones terapéuticas, lo que le convierte en un recurso verdaderamente transversal.
¿Qué entendemos por mindfulness en terapia?
Jon Kabat-Zinn, uno de los principales referentes en la integración de mindfulness en contextos clínicos, lo define como:
“Prestar atención de manera intencionada, al momento presente, sin juzgar”.
Esta definición es sencilla, pero encierra una profunda transformación, no se trata solo de observar lo que ocurre, sino de hacerlo con una actitud abierta, amable y sin tratar de cambiar lo que está presente.
Desde mi experiencia como psicóloga y formadora en mindfulness, me gusta definirlo de esta manera:
“Observar nuestra experiencia presente, tanto interna (pensamientos, emociones y sensaciones corporales), como externa (situaciones que estoy viviendo en este momento, mis relaciones…), pero de una manera determinada. La observamos con apertura, aceptación, no juicio y amabilidad. Estos van a ser los 4 pilares que vamos a estar trabajando constantemente a la hora de observar y relacionarnos con nuestra experiencia presente.”
Ejemplo clínico: cómo se expresan los 4 pilares en consulta
Si pensamos en muchas de las situaciones que los pacientes traen a consulta (ansiedad, tristeza, culpa, conflictos relacionales o toma de decisiones), veremos que casi siempre hay algo que no están pudiendo observar con apertura o aceptación.
Puede que estén peleándose con una emoción que no quieren sentir, rechazando una parte de sí mismos, o intentando controlar algo que ya está ocurriendo en el presente (como una pérdida, un cambio vital, una enfermedad…) En todos estos casos, el sufrimiento se va intensificando no solo por la situación en sí, sino por la resistencia a sentirla, a mirarla o a integrarla.
Desde la práctica de mindfulness, les invitamos a observar esa experiencia, ya sea interna o externa, de una manera diferente. A acercarnos a ella con apertura, aceptando lo que aparece, aunque no me guste, no juicio, dejando de pelearme con ella, dejando de etiquetarla como “mala”, “inadecuada” y, sobre todo, con amabilidad hacia nosotros mismos, hacia el otro o hacia la propia vida.
Trabajar estos cuatro pilares en consulta no es un ejercicio intelectual, es un entrenamiento de presencia y compasión. Es ayudarles a salir de la lucha interna y generar un espacio interno más seguro donde puedan encontrarse con lo que hay… desde ahí, empezar a transformarlo.
Entiendo mindfulness en terapia no únicamente como una técnica que aplicamos al paciente, sino como una forma de estar presentes en la relación terapéutica. Es una actitud que invita a sostener lo que emerge, a ofrecer un espacio seguro donde la persona pueda explorar su experiencia sin sentirse corregida, apurada o interpretada.
En este sentido, mindfulness no es una herramienta puntual, sino una base sobre la que se construyen muchas de las intervenciones que facilitan el cambio. Es presencia real. Y es también una invitación constante a volver al cuerpo, a lo esencial, a lo que está ocurriendo aquí y ahora.
Los 4 pilares de mindfulness aplicados en psicoterapia
Cuando hablamos de observar nuestra experiencia presente desde la apertura, la aceptación, no juicio y amabilidad, no nos referimos a un ejercicio teórico. Se trata de una forma de enseñar al paciente a relacionarse con lo que le ocurre desde un lugar diferente al habitual. A continuación, vemos cómo estos pilares pueden aplicarse a distintos tipos de experiencia:
- Una emoción: la ansiedad
Una paciente siente ansiedad cada vez que tiene que hablar en público. Hasta ahora, su respuesta habitual ha sido evitarlo o luchar contra la ansiedad, diciéndose que no debería sentirse así.
Desde la práctica de mindfulness, la acompañamos a observar esa emoción con apertura, es decir, sin cerrarse a sentirla ni intentar evitarla. Muchas veces, la reacción automática ante la ansiedad es querer bloquearla o huir de ella. Por eso, el primer paso consiste en entrenar la capacidad de permanecer presente cuando comienzan a aparecer los síntomas, sin reaccionar con rechazo.
Una vez que la paciente consigue abrirse a observar la emoción, trabajamos la aceptación: no se trata de eliminar la ansiedad, sino de transitarla sin resistencia, aunque sea incómoda o desagradable. Le ayudamos también a cultivar el no juicio, observando la experiencia con objetividad: “no es ni buena ni mala, simplemente es lo que está ocurriendo ahora”. Y, por último, fomentamos una actitud de amabilidad hacia sí misma: “es normal sentirme así, puedo estar conmigo y respirar de manera consciente mientras la siento”.
- Una situación externa: enfermedad de un familiar
Una paciente acude a consulta profundamente afectada por la enfermedad grave de su madre. Siente rabia, tristeza y una constante voz interna que le dice: “esto no debería estar pasando”. Su mente gira en bucle, y su cuerpo está en tensión constante. Emocionalmente agotada, intenta controlar lo incontrolable, le genera aún más sufrimiento.
Desde los 4 pilares de mindfulness, el primer paso es abrirnos a observar la situación tal como es: esto está ocurriendo, queramos o no. Practicar la aceptación no significa resignarse, sino dejar de luchar mental y emocionalmente contra la realidad. También trabajamos el no juicio, dejamos de pelearnos con lo que está ocurriendo, soltando etiquetas como “esto es injusto” o “ella no debería estar enferma”.
Y aquí entra un punto clave: cuando dejamos de pelearnos con lo que ocurre, y comenzamos a relacionarnos con amabilidad con nosotros, con la experiencia y con el otro, entramos en una disposición más sana. Una mente clara, un cuerpo menos tenso y un corazón más disponible nos permite actuar desde la conciencia.
Porque solo cuando dejamos de resistirnos, podemos ver con claridad qué está en nuestras manos y qué no. Si hay algo que podemos cambiar o mejorar, estaremos en mejor disposición para hacerlo. Y si no hay nada que podamos hacer, podremos enfocar la energía en aceptar lo que es y cuidarnos en el proceso. Esta forma de estar con la experiencia no elimina el dolor, pero sí reduce el sufrimiento añadido y permite sostenernos con más serenidad y lucidez en medio de lo difícil.
- Pensamientos obsesivos o autocríticos persistentes
A veces tenemos pacientes en consulta que llegan muy angustiados por el bucle constante de pensamientos anticipatorios o autocríticos: “seguro que voy a fallar”, “tengo que hacerlo perfecto”, “no puedo permitirme un error”. Hasta ahora, su estrategia ha sido intentar controlar los pensamientos o luchar contra ellos, lo que paradójicamente los intensifica.
Desde la mirada de mindfulness, no tratamos de eliminar los pensamientos, sino de cambiar la relación que la persona tiene con ellos. El primer paso es observarlos con apertura, reconociendo que están presentes, sin intentar suprimirlos. A continuación, trabajamos la aceptación: “mi mente está generando estos pensamientos, que son desagradables, pero son solo pensamientos. No necesito actuar en función de ellos ni creerlos al 100%”.
Invitamos al no juicio, ayudando a la paciente a dejar de etiquetar esos pensamientos de la manera más objetiva posible, como pensamientos desagradables, los etiquetamos como “anticipación” o “juicio” y volvemos a nuestra respiración. Y, por último, cultivamos la amabilidad, animándola a responderse con un lenguaje interno más comprensivo: “es normal sentir miedo, es humano, estoy conmigo”. Este enfoque favorece el descentramiento, reduce la fusión cognitiva y fortalece la autorregulación emocional.
Conclusión
Los cuatro pilares: apertura, aceptación, no juicio y amabilidad, ofrecen un marco potente para acompañar el sufrimiento desde una mirada más consciente y compasiva.
Cuando el paciente aprende a observar su experiencia desde estos lugares, deja de pelearse con lo que ocurre y empieza a relacionarse de forma diferente consigo mismo, con sus pensamientos, sus emociones y su historia.
Integrar mindfulness en psicoterapia no es añadir una técnica más. Es incorporar una forma de estar que transforma el modo en que nos relacionamos con la experiencia, tanto dentro como fuera de la consulta. Con el tiempo, esta práctica se convierte en una forma diferente de vivir, más conectada, más presente y amable consigo misma y con el mundo.
Como terapeutas, no basta con enseñar mindfulness: necesitamos practicarlo. Solo integrándolo en nuestra propia vida podemos acompañar a los pacientes desde una presencia consciente, auténtica y coherente.
Sobre Mabel Laguna
Soy psicóloga y formadora en mindfulness. Acompaño a personas que quieren vivir de forma más consciente, gestionar mejor sus emociones y recuperar el equilibrio. Mi enfoque integra ciencia y práctica, combinando la psicología basada en la evidencia con herramientas como la atención plena y la autocompasión.
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